Las cuatro de la mañana en punto. El sueño estaba entrando por el más mínimo poro de mi piel, y penetraba lentamente hasta cerrar del todo mis párpados; resultado de la noche anterior a la que había acudido toda mi familia y algunos amigos.
Todavía me acuerdo de la noche en que estaba tirada en el sofá, medio dormida y con una manta bien calentita encima. Si mis padres lo supieran...Pero en ese momento estaban profundamente dormidos en su cama adornada con objetos de Navidad, como toda la casa. A mi me gustaba porque daba una ambiente cálido a mi hogar.
Pero, no os he contado la razón de mi presencia en el salón a esas horas de la mañana. Sólo tenía seis años, así que no me echéis la culpa.
Bien, pues todo empezó el jueves del mes pasado. Mi amiga Valeria y yo hablábamos sobre los juguetes que nos iba a traer Papá Noel o Santa Claus, como lo queráis llamar.
-Yo le voy a pedir la nueva Barbie que ha salido, es la mejor.- Valeria me enseñó ilusionada el catálogo.
-Pues yo... no lo sé -dije yo-Estaba pensando en la muñeca que habla, es interactiva.
En ese momento pasó por allí una niña de quinto, y se puso a escuchar nuestra conversación y a intervenir en ella:
-Chiquilladas, eso de "Papá Noel" NO EXISTE -explicó la niña. -Son los padres los encargados de eso, es una tontería.
Mi amiga y yo nos quedamos heladas y ni cuando sonó el timbre nos movimos. Sólo me despertó la idea de que teníamos matemáticas y que nuestra profesora superestricta se iba a enfadar que no veas. La profesora tenía pinta de ser del grupo del ejército, siempre llevaba ropa ajustada; con el entrecejo fruncido, junto con sus ojos pequeñitos, daba la sensación de que siempre estaba enfadada y llevando siempre una regla en la mano, todos huíamos de ella. Me llamó varias veces la atención, pero en su clase no estuve atenta a ninguna explicación de ella, ni de nigún otro de las asignaturas siguientes; sólo pensaba en lo que me había dicho aquella niña de quinto. Me prometí a mi misma que se lo preguntaría a mis padres nada más llegar a casa y me sacarían de la gran duda.
Todo el recorrido que hacía lo pasé pensando en mi pregunta y no me dí cuenta del paisaje desolador que tenía a mi alrededor y que solía pararme a pensar.Todo estaba lleno de fábricas y de humo, coches y personas con prisa que no tenían tiempo ni de mirarte. Pero en ese instante no me daba cuenta de lo que pasaba en mi entorno y estaba absorta en mis pensamientos. Habia llegado a casa.
-Papá, mamá una niña del cole me ha dicho una cosa que es mentira ¿verdad?-pregunté yo.
-¿Qué pasa cariño?-me cuestionaron mis padres.
-¿Santa Claus existe?-les pregunté.
Yo les conté mi dilema, y me contaron unas cuantas cosas que puse en duda. Sobre todo porque no puede haber en una conversación tres 'hum', un ¿eh?, y dos ¿como?. Por eso decidí esa noche que vería a Papá Noel en persona.
Tras la gran fiesta, allí estaba, como contaba al principio, tirada en el sofá medio dormida. Estaba pensando en cómo entraría a mi casa, pues no teníamos chimenea, la puerta estaba cerrada con llave y el balcón estaba en la habitación de mis padres; así que no creo que puediera entrar por ninguna parte. Mis dudas parecía que se estaban haciendo realidad, porque no aparecía por ninguna parte y me estaba empezando a impacientar bastante. Yo estaba a punto de caer rendida ante el sueño inoportuno para mí.
Cuando ya mis ojos no aguantaron más, escuché un ruido. No supe nunca de donde provenía, pero lo que ví después me confortó. Un señor mayor bastante regordete me miraba con unos ojos extraños. Caminó hacia mí, y al caminar, se le cambiaban los ojos de color: Verde, gris,azules...Me encataban.
Tenía una sonrisa aún mas extraña, porque era una sonrisilla pícara y que encajaba con su bonita cara bonachona; En la que colgaba una larga barba blanca y tenía una nariz muy pequeñita en la que unas claras pecas le alegraban su faz.
-¿No deberías estar ya dormida, pequeña?-me dijo aquel hombre.
¡Era él! Ahora sí que ya estaba segura. No podía ser otra persona.
-Co,co...¿cómo has entrado?-Pregunté insegura.-Todo estaba cerrado y no creo que tengas ninguna llave de mi casa.
-Por la puerta de tu corazón-me explicó.
-¿Cómo?¿Qué?-estaba confundida.-Muchas amigas mías me han dicho que no existes, pero ahora sé que no es verdad.
-Tú has creido en mí, por eso me has visto; ellas no creen en mí, por eso no me verán nunca, y serán sus padres los que tengan que suplir mi labor.
En esos momentos me di cuenta del gran saco que, en toda su estancia no había soltado. Suponía que ese era el gran saco de juguetes que todos sabían que llevaba.
-¡Me lo dejas ver, por favor!-supliqué yo.
-Todavía no está hecho-respondió él .
-¿Cómo que no está hecho?¿me lo dejas ver?-dije de nuevo.
-Está bien-accedió.
Abrió el saco y no esperaba encontrar nada de lo que ví. Solo encontré brazos desrmados, trozos de pieles ... En fin juguetes que todavía no estaban bien hechos. Yo no entendía nada.
-¿Que es esto?-pregunté.
-Todo esto son las ilusiones de los niños y niñas que creen en mí. Papá Noel.
Y desapareció, dejando detrás de si los juguetes que yo había pedido, y nieve blanca en las calles del barrio donde yo vivía, y en las calles de mi corazón.
Todavía me acuerdo de la noche en que estaba tirada en el sofá, medio dormida y con una manta bien calentita encima. Si mis padres lo supieran...Pero en ese momento estaban profundamente dormidos en su cama adornada con objetos de Navidad, como toda la casa. A mi me gustaba porque daba una ambiente cálido a mi hogar.
Pero, no os he contado la razón de mi presencia en el salón a esas horas de la mañana. Sólo tenía seis años, así que no me echéis la culpa.
Bien, pues todo empezó el jueves del mes pasado. Mi amiga Valeria y yo hablábamos sobre los juguetes que nos iba a traer Papá Noel o Santa Claus, como lo queráis llamar.
-Yo le voy a pedir la nueva Barbie que ha salido, es la mejor.- Valeria me enseñó ilusionada el catálogo.
-Pues yo... no lo sé -dije yo-Estaba pensando en la muñeca que habla, es interactiva.
En ese momento pasó por allí una niña de quinto, y se puso a escuchar nuestra conversación y a intervenir en ella:
-Chiquilladas, eso de "Papá Noel" NO EXISTE -explicó la niña. -Son los padres los encargados de eso, es una tontería.
Mi amiga y yo nos quedamos heladas y ni cuando sonó el timbre nos movimos. Sólo me despertó la idea de que teníamos matemáticas y que nuestra profesora superestricta se iba a enfadar que no veas. La profesora tenía pinta de ser del grupo del ejército, siempre llevaba ropa ajustada; con el entrecejo fruncido, junto con sus ojos pequeñitos, daba la sensación de que siempre estaba enfadada y llevando siempre una regla en la mano, todos huíamos de ella. Me llamó varias veces la atención, pero en su clase no estuve atenta a ninguna explicación de ella, ni de nigún otro de las asignaturas siguientes; sólo pensaba en lo que me había dicho aquella niña de quinto. Me prometí a mi misma que se lo preguntaría a mis padres nada más llegar a casa y me sacarían de la gran duda.
Todo el recorrido que hacía lo pasé pensando en mi pregunta y no me dí cuenta del paisaje desolador que tenía a mi alrededor y que solía pararme a pensar.Todo estaba lleno de fábricas y de humo, coches y personas con prisa que no tenían tiempo ni de mirarte. Pero en ese instante no me daba cuenta de lo que pasaba en mi entorno y estaba absorta en mis pensamientos. Habia llegado a casa.
-Papá, mamá una niña del cole me ha dicho una cosa que es mentira ¿verdad?-pregunté yo.
-¿Qué pasa cariño?-me cuestionaron mis padres.
-¿Santa Claus existe?-les pregunté.
Yo les conté mi dilema, y me contaron unas cuantas cosas que puse en duda. Sobre todo porque no puede haber en una conversación tres 'hum', un ¿eh?, y dos ¿como?. Por eso decidí esa noche que vería a Papá Noel en persona.
Tras la gran fiesta, allí estaba, como contaba al principio, tirada en el sofá medio dormida. Estaba pensando en cómo entraría a mi casa, pues no teníamos chimenea, la puerta estaba cerrada con llave y el balcón estaba en la habitación de mis padres; así que no creo que puediera entrar por ninguna parte. Mis dudas parecía que se estaban haciendo realidad, porque no aparecía por ninguna parte y me estaba empezando a impacientar bastante. Yo estaba a punto de caer rendida ante el sueño inoportuno para mí.
Cuando ya mis ojos no aguantaron más, escuché un ruido. No supe nunca de donde provenía, pero lo que ví después me confortó. Un señor mayor bastante regordete me miraba con unos ojos extraños. Caminó hacia mí, y al caminar, se le cambiaban los ojos de color: Verde, gris,azules...Me encataban.
Tenía una sonrisa aún mas extraña, porque era una sonrisilla pícara y que encajaba con su bonita cara bonachona; En la que colgaba una larga barba blanca y tenía una nariz muy pequeñita en la que unas claras pecas le alegraban su faz.
-¿No deberías estar ya dormida, pequeña?-me dijo aquel hombre.
¡Era él! Ahora sí que ya estaba segura. No podía ser otra persona.
-Co,co...¿cómo has entrado?-Pregunté insegura.-Todo estaba cerrado y no creo que tengas ninguna llave de mi casa.
-Por la puerta de tu corazón-me explicó.
-¿Cómo?¿Qué?-estaba confundida.-Muchas amigas mías me han dicho que no existes, pero ahora sé que no es verdad.
-Tú has creido en mí, por eso me has visto; ellas no creen en mí, por eso no me verán nunca, y serán sus padres los que tengan que suplir mi labor.
En esos momentos me di cuenta del gran saco que, en toda su estancia no había soltado. Suponía que ese era el gran saco de juguetes que todos sabían que llevaba.
-¡Me lo dejas ver, por favor!-supliqué yo.
-Todavía no está hecho-respondió él .
-¿Cómo que no está hecho?¿me lo dejas ver?-dije de nuevo.
-Está bien-accedió.
Abrió el saco y no esperaba encontrar nada de lo que ví. Solo encontré brazos desrmados, trozos de pieles ... En fin juguetes que todavía no estaban bien hechos. Yo no entendía nada.
-¿Que es esto?-pregunté.
-Todo esto son las ilusiones de los niños y niñas que creen en mí. Papá Noel.
Y desapareció, dejando detrás de si los juguetes que yo había pedido, y nieve blanca en las calles del barrio donde yo vivía, y en las calles de mi corazón.
RUANDRE
No hay comentarios:
Publicar un comentario