Red y Sara entraron en la habitación de su hijo al escuchar los gritos. Carlos tenía seis años. Lloraba y gritaba de verdadero pánico. Tenía los ojos hinchados y las lágrimas atravesaban sus sonrosadas mejillas para ir a desaparecer entre las ropas de la cama; a las que se sujetaba como un loco.
La luz estaba apagada y la oscuridad era casi total, a no ser por la columna de luz que penetraba a través de la hendidura dejada por la puerta.
Carlos llamaba desesperadamente a sus padres...
Red y Sara le encontraron con el cuerpo envuelto en sudor y completamente pálido.
Red trató de calmarle:
-Tranquilo, sólo ha sido una pesadilla, lo mejor será que te vuelvas a acostar y mañana por la mañana me cuentes que es lo que has soñado.
-¿Que...?- Carlos aun parecía estar medio dormido -¡No!- dijo de repente -¡No ha sido una pesadilla!, ¡algo se estaba moviendo a los pies de mi cama!.
-Sí, es posible que esté diciendo la verdad- intervino Sara dirigiendo una mirada cómplice a su marido -como también es posible que esta habitación esté llena de fantasmas y que bajo la cama vivan seres terroríficos.
¿Cuántas veces te hemos dicho que esas cosas no existen?
-Muchas- respondió Carlos no muy convencido.
Otra mirada de Sara indicó a Red que le tocaba hablar a él. Entendió el gesto de inmediato y se dispuso a sermonear a su hijo, que poco a poco iba recuperando el color.
-Tu madre tiene razón y tu lo sabes, aparte de que ya eres mayorcito para dejar de tener miedo a esas cosas.
-¿Te gustaría que se enterasen tus amigos del colegio?, seguro que no, se reirían de ti. Debes aprender a dominarte, igual que has aprendido a no mojar las sábanas, ¿lo recuerdas?. Podría hablarte durante largo rato, pero sería inútil, lo que quiero que aprendas de esto es lo siguiente: que temer a la oscuridad y a lo que hay en ella es cosa de niños muy pequeños y que, a medida que te haces mayor, ves que nada de esto existe. ¿Lo entiendes?.
-Sí- dijo Carlos.
Red sonrió y vio como su mujer también lo hacía. Acababan de pasar por una de las típicas charlas de los padres con los hijos.
Carlos vio a sus padres marcharse de la habitación apagando la luz que habían encendido al entrar. Cerraron la puerta totalmente. Ahora la oscuridad sí era completa.
Carlos se convenció de que sólo había sido un sueño; que no estaba realmente despierto cuando le pareció ver algo extraño.
Apoyó la cabeza en la almohada y se tapó completamente con las sábanas. Hacía mucho frio. Intentó dormirse, necesitaba descansar.
Cerró los ojos y se se introdujo en un profundo sueño, tan profundo que no advirtió la mano que le acompañaba bajo las sábanas, una mano eternamente fría y descarnada.
La mano que le llevó, de un tirón, al otro lado de la oscuridad.
Mis citas
Cita de Juan José Millas en El País el 19 de Noviembre de 2009
"Los vocablos no sólo contienen definiciones, también tienen sabor, textura, volumen, que las hay imposibles de tragar, como el aceite de ricino y las que entran sin sentir, como un licor dulce.
Las que curan y las que hacen daño, las que duermen y las que despiertan. Las que proporcionan inquietud y paz. Hay palabras, incluso, que matan".
"Los vocablos no sólo contienen definiciones, también tienen sabor, textura, volumen, que las hay imposibles de tragar, como el aceite de ricino y las que entran sin sentir, como un licor dulce.
Las que curan y las que hacen daño, las que duermen y las que despiertan. Las que proporcionan inquietud y paz. Hay palabras, incluso, que matan".
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