Cada año, cuando se acerca la Navidad, Goizeder y sus amigas, empiezan a hacer planes de que harán en esos días tan especiales, días en los que no hay colegio, no hay que madrugar, días especialmente para ir de compras y pasarlo bien, como todos los años. Lo que no sabían que este año, el destino les había preparado UNA NAVIDAD DIFERENTE, una Navidad que ninguna iba a olvidar jamás.
El 22 de Diciembre acabaron las clases para ellas, les quedaban por delante 17 días para disfrutar al máximo de esas esperadas vacaciones.
Ese mismo día quedaron para ir al cine, a la entrada del cine les esperaba la primera prueba de esa Navidad, una mujer no muy mayor, despeinada y con una mirada triste, estaba pidiendo limosna, con un cartel que decía: “No tengo dinero, no tengo casa, por favor aceptaré cualquier tipo de ayuda”.
Ellas en ese momento comentaron lo desagradable de la situación, pero no imaginaron que esa señora era el principio de su historia. Después de salir del cine, fueron a comer algo y después a casa.
Al día siguiente, quedaron en la parada del autobús para ir al cetro comercial. Una vez allí, estuvieron probándose ropa, puesto que sus padres les habían dado dinero para comprarse algo, aprovecharon también para comprar algún regalo para su familia, ya que al día siguiente era la noche del Olentzero y aunque ellas no creían en esas cosas, compraron un detalle para sus padres y hermanos.
A la salida del centro comercial, en la puerta sentado en el suelo, vieron a un hombre de unos cuarenta y tantos años, con barba de varios días y la ropa que parecía dos tallas más grandes de la suya, era de noche, hacía mucho frío y en un principio sintieron miedo y cuando se fueron acercando, vieron que había un cartel a su lado que decía: “No tengo dinero, no tengo casa, por favor aceptaré cualquier tipo de ayuda”, era su segunda prueba de la Navidad. Las cuatro amigas de miraron, pero no hicieron ningún comentario, se dirigieron a coger el autobús y quedaron en que al día siguiente irían a ver el desfile del Olentzero.
Por fin había llegado la Nochebuena, y como en la mayoría de las casas, habían preparado el árbol de Navidad y lo habían adornado con muchas cintas y muchas bolas. Esa noche vendría toda la familia a cenar, y aunque a ellas les agobiaba la visita de abuelos, tíos, primos… tendrían que aguantar, porque ya sabían que luego van los regalos, la paga… Y merecía la pena! Ya que este año, Goizeder había pedido un móvil nuevo, un ipod, y varias prendas de ropa y calzado, estaba deseando que llegaría la noche para que le dieran lo que había pedido.
A las cinco en punto, estaban ya todas en la calle, comentaban lo que habían pedido cada una y aunque no creían en el Olentzero, ni tampoco en los reyes, sabían que en su casa siempre había regalos para ellas. Se fueron a ver el Olentzero y les hacía gracia que los niños pequeños, le gritaban para pedirles regalos y entregaban sus cartas pensando que esa noche mágica el Olentzero pasaría sin que ellos le vieran y dejaría lo que ellos habían pedido debajo del árbol. Son cosas de niños y ellas aunque todavía tenían 12 años, pensaban que eso ya no era para ellas, que ellas eran ya suficientemente mayores para creer esas tonterías, para ellas la Navidad sólo era estar de vacaciones, gastar y recibir regalos, esa era su idea.
Cuando se dirigían nuevamente a terminar las últimas compras, en medio del alboroto de la gente que se iba a su casa a preparar la cena, se chocaron de frente con una niña de unos seis años que entre sollozos les dijo que se había perdido, se apartaron del lugar del alboroto y ya más calmada la niña les dijo que había acudido con su mamá a entregar la carta al Olentzero y como se perdió no había podido entregar su carta, tenía ojos tristes y encima se había perdido.
Las cuatro amigas le dijeron a ver si tenía el número de móvil de su madre o alguien de su familia y la niña contestó que sus padres no tenían móvil, a ellas les pareció raro que ninguno de sus padres tuvieran móvil en estos tiempos que hasta ellas tenían pero no le dieron importancia. Le preguntaron a ver donde vivía, y después de varios datos que les facilitó la niña decidieron llevarla a su casa. Por el camino la niña les dijo que sus padres no trabajaban, a ellas no les extrañó ya que sabían por varios de sus familiares, que el trabajo estaba muy mal y había poco.
Por fin llegaron al lugar donde les había guiado la niña, pensaron que se había equivocado porque entraron a un tipo de albergue donde había mucha gente. Entraron hasta dentro y al fondo estaba su madre que se abrazó en seguida a la niña, por la otra esquina apareció su padre y los tres se abrazaron un buen rato. Cual fue la sorpresa de las amigas cuando descubrieron que la madre era la mujer que habían visto en el cine pidiendo y el padre era el hombre de la ropa grande del centro comercial.
La pareja se acercó a darles las gracias a las chicas y después de invitarles a un chocolate caliente, les contaron la realidad de su historia, eran una familia normal, vivían en una casa muy bonita, pero el destino quiso que el padre se quedara sin trabajo, la madre tenía una enfermedad en los huesos y no podía trabajar, después de mucho luchar al final les quitaron la casa y se quedaran sin nada. En el albergue les proporcionaron alojamiento y comida, por eso estaban pidiendo en la calle, porque en poco tiempo de tenerlo todo, pasaron a no tener nada.
Las chicas se quedaron de piedra, se marcharon de allí muy tristes, pensando en esa pobre familia que podía ser cualquiera de ellas, al rato volvieron y le dieron los regalos a la niña, diciéndole que se habían encontrado con el Olentzero y se los había dado para ella.
Por fin comprendieron el verdadero espíritu de la Navidad, poder estar con tu familia y disfrutar de ella porque nunca sabes lo que te deparará el futuro.
Mis citas
Cita de Juan José Millas en El País el 19 de Noviembre de 2009
"Los vocablos no sólo contienen definiciones, también tienen sabor, textura, volumen, que las hay imposibles de tragar, como el aceite de ricino y las que entran sin sentir, como un licor dulce.
Las que curan y las que hacen daño, las que duermen y las que despiertan. Las que proporcionan inquietud y paz. Hay palabras, incluso, que matan".
"Los vocablos no sólo contienen definiciones, también tienen sabor, textura, volumen, que las hay imposibles de tragar, como el aceite de ricino y las que entran sin sentir, como un licor dulce.
Las que curan y las que hacen daño, las que duermen y las que despiertan. Las que proporcionan inquietud y paz. Hay palabras, incluso, que matan".
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